Golfos, pero con arte (Los perros sin raza)

Es cierto: demasiadas veces, la vida no trata a los perros sin raza como se merecen. Pero, en cambio, sí han fascinado al arte: independientes, pícaros y mestizos, son la representación perfecta de lo absurdo de muchas convenciones humanas, y como tal han sido muchas veces vistos con simpatía. Sí, hay perros maltratados en el cine, la música o la literatura, pero brillan más los protagonistas. Los héroes. Los inmortales. Sin raza, pero con arte.

Porque Snoopy o Milú tenían pedigrí, pero también dueño, una casa caliente y comida cada día. Demasiado fácil. Golfo, en cambio... ¿De dónde salió? No importa: le bastaron cuatro patas y un rabo para conocer el mejor restaurante italiano de la ciudad, ligar con la perrita más guapa del barrio y, por qué no, terminar sus días en una mansión, aburguesado, y rodeado de cachorritos hermosos.

Curiosidades del cineEl protagonista de La dama y el vagabundo es, quizá, el más célebre de los perros sin raza del cine. Un crack canino (¿un "cracknino"?) adorado por el público: estrenada en 1955, fue la película de Disney más taquillera desde el primer largo de la casa, Blancanieves y los siete enanitos, recaudando solo en EE UU  38 millones de dólares. Fue reestrenada en sucesivas ocasiones (ya saben: el cine de Disney no sabe de generaciones), y siempre fue un éxito. Como en VHS, DVD o Blu-Ray, donde también es considerada un clásico.

Golfo mostró el camino: los perros, y más si eran callejeros, gustaban. Por eso no extraña que el cine de animación haya reinsistido en la fórmula: Oliver y su pandilla estaba protagonizada por un gatito pero el personaje de Dodger, muy parecido a Golfo, tenía un peso fundamental en la historia. Todos los perros van al cielo perdió la oportunidad de explorar el sugerente mundo de los perros sin raza: todos sus protagonistas tenían pedigrí. Doogal (2006), en cambio, sí apostaba por un chucho, pero la película era muy floja. "Apestosa" escribían en el Chicago Reader, y no era cuestión de racismo.

Vamos con una polémica: ¿Qué era Pluto? ¿Y Goofy? Perros, pero... ¿Por qué uno era el amigo de Mickey y el otro su mascota? ¿Por qué uno hablaba y andaba y el otro no? Y lo que nos interesa: ¿Tenían raza? Ni idea. Gustan, siempre han gustado, y eso es lo que cuenta. También gustaba Ayudante de Santa Claus, el travieso y desobediente can de Los Simpson. O Rodolfo, el perro lanudo y pianista de Los Teleñecos. O, por supuesto, el único perro mascota olímpica, Cobi. La versión oficial asegura que es un pastor catalán, pero miren a esos perros en Google. No se parecen a Cobi. Cobi es un chucho. Y nos encanta.

Perros de papel

El cómic: literatura. Arte. Y arte canino. ¿Existirá el pastor galo? No lo sé, pero Ideafix era el único cánido de la irreductible aldea de Astérix y tenía todas las virtudes que se le pueden pedir a un perro (y a un humano), sea de raza o no: era valiente, fiel y no podía soportar que nadie dañara a los árboles. Rantanplan, la mascota (por llamarle algo) de Lucky Luke, era admirable: pese a su torpeza, sobrevivía entre tiros y atentados de los hermanos Dalton en el lejano y salvaje Oeste. Tuvo su propia historieta, como no podía ser de otra forma.

Mutt Dog!, cuento infantil del escritor e ilustrador Stephen Michael King, iba más en serio: indagaba sobre la tristeza y soledad que experimenta un perro sin raza no es querido por nadie. Mentira: el perro servía al autor para decirle a los niños "chicos, no juzgueis por las apariencias. Y ayudad a los que lo estén pasando peor". Tombuctú, novela de Paul Auster en la que el narrador era un perro (Mister Bones), observaba la decrepitud humana, sus fracasos y, por qué no, también nuestros adorables sueños. Una obra menor de su autor, pero aún así más que digna. Y terminando con un clásico español, recordemos a un último perro sin raza: el del ciego de El lazarillo de Tormes.

Maltratado, apaleado, marginado. Y único. Como tú.// 20 minutos

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