‘Ciudadano Kane’, en el podio hace 7 décadas

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Rosebud, capullo de rosa en español. No es una palabra trivial, sino uno de los macguffin (elementos de suspense hitchco ckianos) más famosos de la historia del séptimo arte, aquel que marca el inicio del considerado mejor filme de todos los tiempos.

Se trata, por sí fuese necesario aclararlo, de Ciudadano Kane, la ópera prima de Orson Welles, de la que este año se recuerda el 70 aniversario del estreno en EEUU.

El 1 de mayo de 1941 se realizó la premiere en Nueva York. La obra alabada por críticos de cine de la época y los contemporáneos fue un fracaso rotundo en la taquilla estadounidense y sólo ganó un Oscar de los nueve a los que estuvo nominado: el de guión original entregado a Orson Welles y Herman J. Mankiewicz.

A sus 25 años de edad, Welles debutó como director, productor, escritor y dio vida al protagonista, el magnate de la prensa Charles Foster Kane. Welles, que era sinónimo de éxito en el teatro y la radio de entonces, no corrió con la misma suerte en el cine. Fue un incomprendido en Hollywood y migró a Europa. Años más tarde en 1971, se intentó sanar heridas con un Oscar honorífico  por su trayectoria profesional.

Pero los obstáculos que persiguieron a Welles y su Ciudadano Kane tuvieron un culpable: William Randolph Hearst, el magnate norteamericano de las comunicaciones que inspiró la trama de la película. La biografía camuflada prendió su cólera: Kane y Hearst tenían origen minero; la carrera política de ambos acabó por un escándalo de infidelidad; tuvieron affaires con aficionadas a los rompecabezas: la actriz Marion Davies en el caso de Hearst y la cantante de ópera Susan Alexander, en el de Kane.

Los dos estaban obsesionados por la compra de obras de arte y antigüedades (el primero adquirió el Monasterio de Santa María de Óvila en Guadalajara y lo trasladó piedra  por piedra) y manejaban un imperio periodístico-sensacionalista. Pero, la relación más íntima vino de la palabra rosebud que brota de labios de un Kane moribundo, alusión cariñosa del susodicho Hearst a los genitales de su amante.

Por esto, Hearst recurrió a todo su poder para evitar la difusión de la cinta: se habla de que intentó quemar los negativos o que filtró a una menor desnuda en el cuarto de hotel de Welles en el estreno. Pero al darse por vencido en 1941, sobre todo por la merma en su fortuna, recurrió a sus medios de comunicación para boicotear el éxito de Welles, quien sólo ganó fama tras su muerte en 1985, y del Ciudadano Kane que, en sus siete décadas, es considerada —pese al agua que ha corrido— la más grande obra maestra de la pantalla grande.

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